lunes, 1 de abril de 2013

Sábado por la mañana.


10:05 am, sábado por la mañana, nublado como siempre, un suave rocío que se agradece, un café cargado y mucho líquido, mojarse la cara, ponerse la ropa deportiva, las zapatillas de última generación compradas hace muy poco, el dispositivo electrónico que nos proporcionará la música (esta vez sonó Slayer), poner el cronómetro en cero y partir. A los primeros pasos se sienten esas molestias producto del desgaste de kilómetros y kilómetros, el cuerpo está frío, hace frío, pero poco a poco van pasando los dolores, los huesos y tendones se van acomodando y los músculos se van calentando.

 En mis oídos suena Tom Araya gritando blasfemias que incomodarían a ciertos ciudadanos ejemplares, mientras espero en el semáforo la luz verde para seguir.

Luego de algunos minutos llegué a la playita, rica, como siempre, me recibe con  su clásico olor a mar y una infinidad de gaviotas. Hay más insensatos como yo, esta mañana en particular hay más locos que de lo normal, corriendo, trotando, entrenando. Es anestésico correr mirando el mar de reojo (tampoco hay q caerse por no mirar el camino), pareciera ser que las ya tan comentadas y manoseadas endorfinas aumentaran su producción.

Esta vez la idea era correr por gran parte dela bahía, del Faro a la caleta de Coquimbo, ida y vuelta, sin mencionar el trayecto de mi casa al Faro (ida y vuelta también) lo que no es tan poco.

Hace tiempo que no corría escuchando música, hacía tiempo que había decidido no hacerlo más, y está bien, porque así uno se concentra en lo que hace, a veces me concentro tanto que caigo en un trance deportivo, hasta mantras voy repitiendo mientras corro, pero esta vez y después de mucho tiempo, me di la licencia de correr y escuchar los brutales riffs de Kerry King, nada mal para una nublada y fría mañana de sábado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario